Una vez más los sueños;
las palabras escondidas en la fuerza del
sentimiento,
invaden los terrenos abandonados por la
vida cotidiana.
Una y otra vez el descanso interrumpido
del gesto húmedo y salado de la mirada nublada
se vuelve transgresor,
se transforma en hiriente arma que se alza
valiente luchando contra el destino.
Todo se vuelve
gris, todo deja de iluminar la mirada distraída.
Has marchado,
luz de mi vida terrenal,
canto alegre de mis días matinales,
amor frágil que
dormías en mis toscas manos.
Te has ido así, sintiendo el llamado
oportuno.
Has emprendido el camino girando la cara,
buscando con la mirada la bella voz de tu
alma mensajera.
Y en el lugar de tu partida feliz, quedó
quieta la invitación
que habíamos de buscar y que teníamos que
encontrar.
Quedó el mensaje sonoro que nuestros oídos
recogen,
como lo hacen
nuestras manos con las flores primaverales.
¿Cómo no quererte amor y más amor de mi
amor?
¿Cómo no agradecerte este regalo de vida
que nos llena los días, años y segundos
cotidianos?
¿Cómo no aceptar el vaso colmado
con el agua fresca de tu compañía
endulzada con la
miel de nuestros recuerdos?
Si, vida mía,
he tenido que alzar esta pared escalonada
para ascender a tus tiempos,
y para bajar a tu
cielo estrellado de maravillosos sueños.
He
acostumbrado a mis manos
a modelar el barro frío, húmedo y dormido,
cansado y áspero de las sonrisas compartidas.
He sentido el dulce olor de tu fuerza
creadora,
y me acurruco en las aguas profundas de
tus melodías agitadas y tiernas…
¿Cómo no quererte,
piel de mi piel,
amor de mi amor?
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